CAVIGLIA
EL OBJETISMO EN VENEZUELA
por Nicomedes Frebes Luces, Director D´MUSEO
Una de las tendencias del arte en la Venezuela de hoy es, junto al constructivismo dominante y pese a la resistencia que significa el constructivismo ante el arte oficial, o un conceptualismo a veces incomprensible alejado de cualquier identificación con la belleza, más propio de elites culturosas que de masas, sin desmerecer al conceptualismo en esta época de la tecnología y la comunicación, es repito, el retorno a nuestro pasado como tema del arte, y que es una necesidad que percibimos en el venezolano actual que intenta retomar nuestra propia historia, como lo apreciamos desde las excelentes pinturas simbólicas de Rafael Arteaga como una suerte de post pop que narra la destrucción de nuestras empresas y costumbres, o las dramáticas visiones de Nelson Garrido desde la fotografía que auguraron este desastre, a las realidades simbólicas de Juan Toro que detrás de la belleza muestran la dureza de nuestra tragedia y de la vida actual; y en ese sentido veía ayer la obra de uno de nuestros más denodados objetistas de Venezuela como lo es Jesús Caviglia; un objetismo que es una tendencia ya histórica entre nosotros y que comienza con los objetos de Reverón que eran parte de su mundo, luego con los objetos mágicos de Mario Abreu que son en sí una cosmogonía mágica, o el colosalmente surrealista Gabriel Morera que nace y renace a su ritmo, porque para ser surrealista hay ya que haber vivido como testimonio “maldito” de su obra, porque en el surrealismo vida y obra deben ser inseparables, y que no sea solo una pose juvenil de carácter escenográfico portando una boina. Luego las inmensas obras de Von Dangel y de Carlos Zerpa, que cuentan nuestra idiosincrasia y buenos entre los buenos artistas.
Esta exposición de Caviglia sigue esta tendencia de rescatar la Historia desde la belleza, o Dios que se supone son las premisas fundacionales del Arte. La muestra llamada Dinner in Caracas, tal como es el título del más reconocido disco de Aldemaro nos remite a Aldemaro Romero, como una suerte de guía o cicerone, como amante de la ciudad y quien a los 16 años era músico del Hotel Majestic, mientras Aquiles Nazoa era ascensorista y donde nuestro emblemático músico le componía a una prostituta un bolero en 1942 llamado “Me queda el consuelo” como prueba de su amor. Así Caviglia, usando imágenes antiguas y propias de Caracas y los caraqueños, algunas originales, va recomponiendo una nueva visión con ellas y alejada del desastre actual, tal como los caraqueños deseamos recordar a nuestra amada ciudad, tan sometida hoy a la barbarie que nos acogota.
Cualquier artista puede hacer una buena muestra de ensamblajes y objetos encontrados hasta a la manera de Kurt Schwitters en Europa o Joseph Cornell en Norteamérica que pueden ser considerados los padres del ensamblaje en el arte del siglo XX como tendencia cerrada, para no remontarnos a Picasso, que lo fue todo. Lo absolutamente difícil de ver en el mundo del Arte es la reiteración de las exposiciones de un artista objetual en el tiempo, dada la precariedad y la escasez de los materiales, cosa que Caviglia ha subsanado al demostrar consistencia como artista, profesionalismo y manteniendo su espíritu inquisitivo y su calidad creativa.
Así que Caviglia demuestra con esta exposición la superación de la prueba del tiempo, su naturaleza humana, la pertinencia del tema al satisfacer el requerimiento colectivo y al activar toda la vieja iconografía de la ciudad que acaba de estar de cumpleaños. Por supuesto la obra del artista es de naturaleza intimista como son las obras de esas dimensiones, pero ya puede estar listo para las obras ambiciosas de grandes dimensiones, tal como lo hizo en su momento Louise Nevelson. Confiemos en Caviglia.